otra vez uno

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jueves, 3 de marzo de 2011

El león y el cordero


Ella estaba parada en la taquilla del metro con cara de asustada, el operador la presionaba para que pagara el boleto, le decía que eran 50 bolívares y ella asustada y tensa buscaba desesperadamente en medio de la confusión del precio, un billete, él estaba dos personas más atrás en la fila mirando las formas de su cuerpo, los senos frescos y las caderas pronunciadas. Para él era una mujer muy atractiva precisamente por el hecho de verla tan indefensa y tan perdida, era tan menuda que se imaginaba irónicamente que ella no aguantaría el peso de su cuerpo… siempre le habían gustado las mujeres pequeñas y ella era un bocado demasiado jugoso como para no decidirse por ayudarla, se acerco y le aclaro que el costo era de solo 0,50 a lo que ella ruborizada le respondió con un simple gracias, cargada de temor por recibir la ayuda de un desconocido.
Después de cruzar los torniquetes se dio cuenta de que ella estaba parada totalmente desamparada frente a él, mirando las múltiples señales que se suponen, deben ayudarnos cuando estamos tratando de ubicarnos en medio del caos, le pregunto si necesitaba ayuda, a lo que ella le dijo otra vez entre asustada y apenada que no sabía dónde estaba, que debía llegar al hospital ortopédico infantil, le pidió que entrara y ella no supo como introducir el boleto en el  torniquete, él volvió a ver descaradamente la forma de sus senos mientras le explicaba cómo hacerlo, se ofreció a indicarle como llegar hasta la estación donde debía bajarse, no sin antes decirle que podía acompañarla, estaba tan asustada que se sobresalto cuando bajaron las escaleras y le pregunto ¿A dónde me lleva? , la miro y le dijo “hasta donde se toma el tren”, trato de iniciar una conversación, preguntando de donde era, porque evidentemente no era de Caracas, ella le comento que estaba muy nerviosa porque no conocía nada ni a nadie en la ciudad.
Se abren las puertas del vagón y le ofrece un asiento vacío, ella le va comentando que debe regresar hoy mismo a Yaracuy porque no tiene como quedarse, pero que vale la pena venir por la ayuda que va a conseguir para operar a su hijo, y mientras ella trata de hilar una conversación con sentido, él va imaginándola sola y desamparada mientras la seduce, no le inspira compasión por su caso, le despierta deseo, se siente como el león que está a la espera del cordero.
Él es médico, desde hace años tiene una relación muelle que no avanza a ninguna parte, que sexualmente no lo llena, su compañera ya no le lleva el ritmo ni quiere variar mas allá de lo normal, el siempre se imagina una experiencia donde él sea dominador y su frustración viene, de la rutina donde está metido, entre la soledad  que le dejan los viajes de Ana su mujer y su eterno dolor de cabeza… que él sabe que no son más que excusas para justificar la infidelidad a la que ella lo tiene  sometido, ha recurrido a la masturbación como escape, hasta el punto de sentirse como un adolecente que ya descubrió el sexo, pero que quiere más, quiere probar lo que Ana llama el lado oscuro del sexo, lado que a su pesar ella no quiere visitar, la tentación ha llegado al punto, de ver con ojos más allá de la medicina a las pacientes jóvenes que lo visitan y de ir mas allá de la auscultación medica a un roce de cuerpos en plena consulta, que lo lleva a una erección y a suspender sus consultas para entrar a un baño a imaginar que es el dueño de sus cuerpos y que las degrada con sus apremiantes ganas, en sus fantasías se las imagina humilladas, totalmente vejadas como mujeres y como personas, causándoles dolores físicos para así satisfacer a la pornografía bondage que ha visto incansablemente en sus noches de soledad. Mientras mira como esta casi niña, le cuenta su historia, él la imagina siendo la protagonista de sus más sucias y sórdidas historias y siente un vacio y una soledad terrible, sabe que su única salida, es que el león deje de esperar por el cordero y vaya solo a tomarlo, y allí decide que es ella, que es esta niña mujer su cordero.
Amablemente le dice que es doctor, que podría fácilmente leer y explicarles los informes médicos, para así traducirle de manera sencilla las cosas que no entienda, ella empieza a reír nerviosamente por la propuesta que le ha hecho este extraño, que ha sido ya tan amable ayudándola a salir del problema que es, enfrentarse en una ciudad extraña y a un sistema como lo es el metro, ella le sonríe con esa sonrisa limpia que solo tienen los inocentes cuando van ciegos al matadero, y el siente que cada vez está más cerca de cumplir su meta.
Salen de la estación y le indica hacia donde debe seguir para poder llegar al hospital, le ofrece su número de teléfono para que después de que salga lo llame y así poder ver los informes además de ponerse a la orden para cualquier cosa que ella necesite, valiéndose de la confianza ciega que depositan los pacientes en los médicos hace que le cambie un poco la cara y el nerviosismo visible, sabe que ella lo va a llamar por lo tarde que era y porque nunca le explico cómo debía hacer para poder regresar a su pueblo, en una hora normal sin que la amenazara la oscuridad de la noche.
Pasan las horas y el león sabe que cada vez, está más cerca de su presa, no puede concentrarse, solo puede concentrarse en el celular, esperando la llamada de su cordero, ya no le molestan las quejas de su esposa por teléfono porque falta dinero, por no haber hecho una especialidad como el resto de sus compañeros, las quejas de una ambición que nunca fue propia, el hoy no necesita ver furtivamente pornografía en su computadora, ni tratar de aislarse estando ya tan cerca de su objetivo y siguen pasando las horas hasta que vuelve a sonar el teléfono y esta vez es su cordero asustado, como le gusta imaginarla preguntándole si la puede ayudar o indicar como volver hasta el terminal, ella le suplica que la ayude y le indique por teléfono, como salir de esta complicada ciudad donde hay muy pocas manos dispuestas a ayudarla.
Ella esta temblando de miedo en medio de sabana grande cuando el llega a su lado, ya son las ocho de la noche, de esa noche que él ha planificado perfecta, ella es solo una cara desconocida, lista y servida para su placer y su diversión, esta noche es la idónea, Ana no está en Caracas por otro viaje, del que seguro saldrán mas reproches por su nefasta carrera, él le dice a Maritza que trate de calmarse que el la va a ayudar, que no hay problema, que su juramento como médico le pide que ayude a todos, pregunta si ha comido, a lo que ella responde que no tiene dinero suficiente, que ella solo tiene para sus pasajes, él la lleva a un pequeño restaurant que escoge por ser el sitio donde le pidió matrimonio a Ana, queriendo envilecer el recuerdo y así drenar un poco la rabia que lleva por dentro, rabia que ya sabe como la va a drenar y en qué cuerpo lo va hacer , el siente la confianza de ella al permitirle invitarla a tomar un vino que según le dice que va a ayudar a bajar la presión.
Se despierta sintiendo el ardor en las muñecas, y siente las nauseas de quien ha sido drogado, vuelve el miedo que ha sentido toda la noche de ver las sucias paredes forradas de papel tapiz verde botella, esperando una nueva tortura y un nuevo dolor, cuando se da cuenta que no hay mas ruidos que su respiración y el dolor que vuelve de estar boca abajo en la cama mugrosa de lo que él cree es un hotel, le duele profundamente el ano y tiene difusos recuerdos de cuando fue sodomizado brutalmente con la misa botella que bebieron en la cena, recuerda el restaurant y la cena con Maritza, la niña mujer asustada que le inspiro ese deseo de ser un león apunto de comerse un cordero cuando fue él el verdadero cordero, el verdadero abusado, el verdadero degradado y el verdadero mutilado, ya había pasado al lado oscuro del sexo pero como víctima y no como victimario…

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